domingo, 27 de julio de 2008

A cualquier otra parte (o carta de una yonki de amor)

Cuando ya no existes

y eres solo la malla que se me enreda en el pecho

cada vez que escucho esa canción,

es justo cuando te subo al altar.

No te bajes,

no me llames

Sabré vivir los días así, normal,

sin paseos en moto, sin tus miradas

sin tus insultos que yo pensé eran cariños...

sin cuadros que no necesitaban ser pintados,

porque los veía todos en ti:

el de mi pasado, mi presente y mi futuro.

Voy a seguir dándole cuerda a tu recuerdo,

porque no es tan fácil conseguir emociones verdaderas,

y yo soy una yonki del dolor, combatido con sueños.

Asumo mi condición,

y el vivir colgada los años que me quedan.

lunes, 21 de julio de 2008

Arrastrada

Hay un demonio que se me ha metido dentro y me impide obedecer órdenes. No puedo cumplir el horario de “piscina de 11 a 12”. El demonio pesa tres toneladas que, sumadas a mis 63 kilos, ya es mucho peso. Arrastra mi cuerpo hacia la cama y no me deja ni abrir la colcha. Me deja ahí tumbada, con los ojos cerrados, desafiando al futuro, a mi necesidad de forjarme un porvenir, a las reglas de la productividad necesaria de todos nosotros en la batalla- círculo cerrado- del pasar de un día a otro sin morirse de hambre. El demonio me convierte en un ser macilento que no quiere nada más que estar rodeada de los hombres a los que ama, de sus pieles tersas en variedad de tonos y olores...me hace pensar que soy una diosa a la que haya que adorar, y que no tiene que hacer otra cosa más que tumbarse y dejarse hacer. Los súbditos creerán que soy una diosa vanidosa, pero no es así. Se me ha metido dentro el calor y no hay quién me mueva, ni un batallón nazi que llamara a mi puerta, ni un maremoto que entrara por la ventana. Yo seguiría durmiendo, con la ventana y la puerta cerradas, dejándome abandonada hasta que el formol me convirtiera en estatua y me eximiera de las responsabilidades de estar viva.

domingo, 20 de julio de 2008

Los viejos


El viejo que pasea por la calle cada mañana, hoy se ha puesto los pantalones cortos. Los compra medio avergonzado en el mercadillo, porque eso eran cosas de su mujer, y ella ya murió hace cuatro años.

¿Qué pasará por la mente de los viejos? El cerebro va más despacio, y se convierten en puro sentimiento, que gira alrededor de unas ideas básicas sobre el bien, el mal, el ahorro y el paso de las estaciones.

El viejo anda a las 9 de la mañana arrojando pan seco a la calle. En su mundo circular, el pan que le sobra a él tiene que tener salida, porque si no, habría una fuga de energía en la justicia de la vida. El pan no puede ir a la basura, es para los pájaros. Para que los gorriones de mi calle no se peleen, el viejo va dejando migas como Hansel y Gretel, a cada paso. ¿O será que el viejo tiene miedo a perderse?

La vieja gasta su pensión de viudedad en pequeños vicios. Hoy, ha sido una bayonesa comida rápido y a picotazos en el Rodilla. Cuando ella era joven, no existía la posibilidad de que gente como ella pudiera entrar a una cafetería, pedir algo, recibir un trato exquisito y poder comérselo, sin haber arruinado la economía familiar y sin miradas envidiosas o inquisidoras. La vieja se come a picotazos la bayonesa, de espaldas al stand y frente a la puerta. Hay algo de culpabilidad en sus movimientos mecánicos de pajarillo asustado. Quizás piense que no se lo merece, o que en el fondo está haciendo algo malo. Quizás se ha escapado del centro en el que duerme y se está saltando a la torera la dieta para diabéticos. Quizás no se sienta digna del lugar que ocupa, porque es vieja y está sola.

¿Qué hace un viejo solo, sin las mínimas nociones de autoestima, o sobre cómo vivir su vida lo más dignamente posible? Se entrega a la pena sin pudor. Afortunados los alegres, pues aún cuando lleguen a viejos mantendrán algo dentro de sí. Los otros, los tristes, los incultos, los feos, los amargados...cuando lleguen a viejos se morirán de pena, mascarán el tiempo que pasa un trillón de veces más despacio que la velocidad del sol y llorarán a solas, sin saber todavía quién les engañó o se quedó con lo que les tocaba.
No quiero ser una vieja sola.

miércoles, 16 de julio de 2008

La comida en Nueva York

En Nueva York estuve sola, y acompañada por las gentes que pasaban y sus cosas. Pasear por sus calles es querer seguir siendo joven para gozar del permiso de mirar, y tener dinero para poder hacer intercambios con el pakistaní que vende flores a las 3 de la mañana (en Nueva York la gente tendrá el corazón roto, pero son unos románticos), o barritas riquísimas que no engordan, que se venden en cualquier sitio, o para comprarte un bagel calentito con mantequilla de cacahuete o queso, y mermelada por encima. Hay una leyenda urbana según la cual un bagel equivale a once tostadas...pero eso no es posible.


Las flores son carnosas y las hay amarillas, rojas, rosas, blancas, azules y moradas, apelotonadas entre ellas y sin olor. Los pastelitos son de chocolate, zanahoria, coco, dulce de leche... le engordan siempre a otra persona- que es la que los compra- y no saben a nada. Las galletas tienen la dimensión de una mano, y se encuentran de manteca de cacahuete, pepitas de chocolate, Lacasitos o simples. La ciudad de Nueva York se pasa el día comiendo.


China Town es otra dimensión. Ve a ChinaTown con el estómago vació y algo de dinero en los bolsillos. Llaman la atención los dulces blanquecinos y amarillentos: son de arroz y suelen estar rellenos de coco. Son elásticos y se estiran. son tan baratos, que se puede acabar con una bolsa de papel llena de empanadillas, bolas y otros, sin saber muy bien por qué. Hay una fábrica pequeña y fea de tofu, en la que venden el cuajo de la soja caliente, con salsas dulces o saladas. ¿Crees que tienes el paladar hecho para todo? Tómate un cuenco de tofu caliente con salsa picante en Chinatown. Es tan barato que no te dará pena tirarlo. Comer en los restaurantes es una saturación de los sentidos tal, que luego solo se recuerda lo que queda en las fotos. Para empezar, los camareros no hablan inglés, ni chino mandarín: hablan cantonés, y es posible que nadie de los que estéis comiendo pueda articular una palabra en ese idioma. De cualquier forma, señalando y mostrando se llega a Roma. Hay un restaurante de 7 pisos (en el que es imposible hacer un simpa), donde se eligen los platos parando a las camareras que pasean con el carrito de sus especialidades temáticas. Ahí sí que los ojos comen por ti y se puede acabar pidiendo una sopa con trozos blancos y verdes flotando, unos paquetitos humeantes con sorpresa dentro (ahí los camareros sí que han aprendido a decir “BEEF”, “PORK”, “FISH”, para que judíos, musulmanes y alérgicos no los denuncien).

De entre los postres, me quedo con el salivar de mis ojos. Nueva York es una ciudad visual y panorámica. Las tartas gritan “cómeme”, con sus veinte centímetros de altura, sus colores puros en negro, naranja, blanco y azul, y mil promesas más de felicidad. Pero los sabores no perduran. Quizás lo hagan en alguna tienda u hogar delicatessen, por los que no tuve la fortuna de pasar. Pero en general, los dulces neoyorkinos entran en ti para decirte “¿ves? Te he engañado...¡vamos a compartir juntos tristeza y destrucción, porque yo también estoy hecho de plástico”

viernes, 11 de julio de 2008

Se me escurre la vida

Soy un cubo inútil de gomaespuma,

que intenta retener el fluir de lo que nos ha pasado,

las cerezas, las tapas, las noches sola junto a ti,

las noches sola-sola

y sola con otros.


La tortilla no sabe a nada

y ojalá me gustara cocinar

para poder amar algo más

que la pena por mí misma.


La vida no tiene argumento,

no lo tiene, y entonces

en esta lata de conservas

en la que guardo lo que me va pasando

se barrerán, así, con una mano

- los deshechos no se pueden separar, demasiado trabajo

intentar que la máquina recicle la vida en argumentos.


Mis fotos son retazos

en una colcha hueca

que no abriga ni sirve para nada

y los años pasan

se cosen

se descosen

se imaginan...

El día que sea capaz

de coger los recortes

y hacerme un vestido

ya tendré qué ofrecerte

y te pediré

que vuelvas conmigo.

miércoles, 2 de julio de 2008

Gracias a todos los hombres, espejismos de mis sueños, por no haberme dejado nunca caer en la tentación de creerme que podía contar solo con ellos.