Nadie me entiende y el chico al que quería me ha felicitado por dejarlo.
Cuatro saharauis se han perdido y se han quedado a vivir en mi corazón.
Busco por internet un fórceps que me pueda quitar esta angina de pecho
y lo único que me llega es la voz de mi abuelo recordándome que,
además de la sed,
a los viejos luego les dan de comer en un cuenco aparte.
¿Por qué no daremos por normal estos momentos, para luego regodearnos en los de felicidad?
domingo, 5 de julio de 2009
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