jueves, 5 de febrero de 2009

En defensa de las Humanidades

Para distribuir los riesgos de la precaria existencia documental en el mundo virtual, y como saludo a los lectores de este blog, recupero el discurso "apología de las Humanidades", leído frente a la Biblioteca Nacional en abril de 2005. Lo vuelvo a leer y pienso que sigue vigente. Fueron mis cinco minutos de gloria


En defensa de las Humanidades


Más de uno habrá fantaseado alguna vez con el qué escribir en un discurso de final de promoción. Son cosas que ocurren, por ejemplo, después de una clase maravillosa, en la uno siente que ha sido un auténtico privilegio el haber estado sentado en su silla y durante la cual se vuelve a felicitar por la opción que tomó hace unos años al elegir la carrera de Humanidades.

Lo que creo que nunca nadie pensó es en tener que escribir una apología en favor de la misma cuando, al empezarla, parecía que estaban tan claros sus objetivos.

No nos han formado para ser filólogos, ni historiadores, ni grandes filósofos; quizás alguno lo llegue a ser, pero la mayoría no acumularemos nuestras tesis en ninguna estantería ni seremos ponentes en ningún congreso. En cambio, la Universidad Pública nos ha dado la oportunidad, la hayamos aprovechado o no, de ser ciudadanos más conscientes del mundo que nos rodea, de sentirnos menos indefensos en él y, probablemente, de ser más prudentes en nuestros juicios y acciones.

Siempre se han impuesto modas, corrientes...ahora se ha impuesto la de que sólo lo que es productivo a corto plazo merece la pena. Pero, primeramente, ¿no es la Universidad un foro de reflexión y de debate, que intenta encontrar explicaciones a los hechos, alejándose para ello necesariamente un poco de la rapidez de la sociedad y del mercado? No pedimos que la Universidad se convierta en una burbuja aislada, pero tampoco en un ente que se deje arrastrar por la fuerza que impere en cada momento.

De cualquier forma, “grandes verdades” como la productividad a toda costa, o la necesidad de seguir al mercado, ya se están cuestionando. Como todos los sistemas, el nuestro está evolucionando; ¿no sería demencial el querer cerrar un foro dedicado a la reflexión sobre estos cambios, cuando justamente habría que fomentar el diálogo, la participación y la reflexión a muchos otros niveles, no sólo el de la educación superior? No sólo de normas y de dinero está hecho el mundo. A ambos los mueven personas por intereses, ideas, motivos históricos y geopolíticos...¿por qué dar ahora un paso atrás hacia la hiperespecialización cuando la sociedad necesita, entre otras cosas, incentivar el que los ciudadanos sean más críticos con la globalidad que los rodea?

Además, desde el punto de vista de la productividad, en otros países más adelantados en cuanto a educación superior se refiere, muchos estudiantes han optado por los estudios multidisciplinares. Nuestra carrera de Humanidades es mejorable, pero es uno de los títulos de entre los “de letras” más orientados hacia el mundo contemporáneo y sus necesidades.

Quizá nuestro sistema se podría mejorar, aumentando las posibilidades de especialización y de prácticas en empresas, pero no pensamos que sea un lujo tener esta carrera. Al fin y al cabo, los trabajos en la actualidad son múltiples; por ejemplo, no todos los Licenciados en Derecho acabarán ejerciendo la abogacía, al igual que no todos los Licenciados en LADE acabarán llevando la contabilidad de una empresa.

La titulación de Humanidades nos forma en la amplitud de miras, en la flexibilidad en el acercamiento a los problemas, en la prudencia y en la creatividad gracias a su multidisciplinariedad, además de proporcionarnos una buena base cultural y expresiva. Son cualidades nada despreciables, tanto de cara a su utilidad social como laboral.

Los que nos inscribimos en esta carrera hicimos una apuesta arriesgada; arriesgada en un país con una mentalidad bastante anquilosada sobre lo que son las disciplinas “de letras”, las divisiones que deben existir entre ellas, y la utilidad de las mismas. Nuestra sociedad está cambiando y no tendría sentido insistir sin reflexionar en invertir en modelos de educación únicos y ya conocidos. Eso equivaldría a decir que ya habríamos llegado a la Verdad, que el Mejor Camino ya se ha encontrado y que estamos en él. El Mundo cambia cada vez más rápido y es positiva la existencia de cualquier facultad dedicada a enseñar a sus alumnos a ser capaces de pensar por sí mismos y a enfrentarse a esos cambios con buenas herramientas.

Proponer que se elimine un foro de discusión sobre nuestro tiempo, sobre lo que hemos sido, sobre el adónde vamos y el por qué, en unos momentos en los que, sin ser catastrofistas, nos enfrentamos a problemas graves (y que no son cuestiones de ajustar balances, sino de crear soluciones nuevas) no parece ser muy buena idea. Una cosa no quita a la otra. No restamos importancia a disciplinas como Economía o Derecho, pero reivindicamos el carácter imprescindible de lo que nos ha hecho humanos: el pensar, el hablar, el entendernos, el saber dónde y cómo vivimos, el discutir... y lo que se necesita para que sigamos sobreviviendo: que sigamos hablando, buscando las causas de nuestros problemas y planteando soluciones, reflexionando sobre nuestras actuaciones, sobre nuestros gobiernos y nuestras acciones.

Lo público es público porque se considera de interés general, aunque no dé beneficios inmediatos en el mercado. ¿No se considera de interés general que se conozca la Historia de España? ¿o el origen del Hombre y del Estado? ¿o los problemas filosóficos que han preocupado a las gentes del siglo XX? ¿o el patrimonio cultural y artístico europeo? ¿o las causas y consecuencias de las dos grandes guerras mundiales, del colonialismo, de la conquista de América, de la luz eléctrica, de la máquina de vapor, de la Reforma, de la lucha feminista, de la invención de Internet...?Podría seguir así, enunciando cada una de las asignaturas que hemos tenido. Tenemos por delante toda una vida para explorar unas magníficas bibliografías, un montón de puertas abiertas que les tenemos que agradecer a nuestros profesores que, por vocación y amor a su profesión, nos han ofrecido lo mejor de sus especialidades en platos cuatrimestrales.

Eliminar la carrera de Humanidades es intentar dar un paso hacia el que “los grandes temas” vuelvan a ser temas de comentario de salón de unos pocos; algo anacrónico y clasista. Anacrónico e imposible, porque las nuevas formas de comunicación no permiten que las ideas, la política y las noticias se queden en los libros ni en manos de unos pocos. Eso sí, lo que se perdería con la carrera de Humanidades sería el sello de calidad universitaria en este foro de aprendizaje y reflexión.