miércoles, 26 de agosto de 2009

Madredeus instrumental As ilhas dos açores

Suenan a paseos y a colores

Lo feo queda atrás. Las lágrimas mal caídas...

Se iluminan los rostros de los veinteañeros que ya no existen

y estoy dentro de un fotograma de Cinema Paradiso.

Hay un chico moreno que ha parado el tiempo

y que ha hecho un conjuro para que el amor y Lisboa duren siempre.

El Chico es Todos. Es Edu, y el imposible. Es Jaime y el viaje a Ucrania de la mano, que no hicimos. es su sonrisa y su mano vendada entre la hierba francesa.

son los macarras audaces y sensibles Christian, Tete...antes de volverse Uno Más

o de que me lo volviera yo. O de que se lo volviera el tiempo...

Son las escapadas al cuarto de Pedro el argentino, que me enseñó el amor nuevo.

Es la vuelta a casa esa noche mágica de enero, de la mano.

Es un tren que llega a Lisboa una mañana de nevoieiro

y que se va una tarde llena de luz

con un corazón que se me abrió por las palmas

me dejó su letra y yo hoy le dejo una lágrima más

que en un rato estará seca

Fdo Yo, Arquitecta de mis recuerdos

domingo, 23 de agosto de 2009

La melancolía en agosto

Cuando me entran el calor y las ganas de querer, me vuelvo a acordar de Sámer y del joyero (que se llamaba Edu, pero los nombres no se pueden gastar dos veces...).

Si al final Amor es haber sido feliz en compañía y luego echar de menos, creo que a esos dos personajes, que vieron sólo una parte de mí (quizás la más imperfecta y la más humana...hay que dejarse estar, nada es para siempre) los seguiré recordando siempre, anhelando que hubieran guardado mi número o, más bien, las ganas de marcarlo.

La noche que conocí al joyero fue tan mágica como la que conocí a Sámer. Fueron dos noches de ésas en las que las canciones son verdad, en las que las horas van llorando porque tienen que pasar y en las que se olvida el pasado y el futuro.

Puede que no tenga la suerte de compartir mi vida con alguna de esas personas que se conocen en noches mágicas, con las que el amor se renueva cada día. Quizás el amor que añoro está destinado a ser caduco y a permanecer en la memoria como un dolor por el placer y la alegría que se fue. Que dicen que eso es lo peor del pasar de los años: que te van dando, para luego quitarte.

Cuando sea mayor seguiré recordando al joyero, a Sámer e incluso a Edu (el primero) con las imágenes que ahora mismo me están haciendo llorar, y no tengo ninguna excusa premenstrual. Ojos que brillan, olor que se quedaba en las sábanas y al que me hubiera querido quedar abrazada siempre, humor, picardía...si por lo menos fuera buena escritora y pudiera convertir estas lágrimas en algo...

Ya se fueron los cuerpos de los dos artesanos que más he deseado. Uno joyero, otro albañil-chapuzas y lo que le echaran. Los dos se acabaron por desinteresar por mí y me he autoflagelado tragándome los DVDs de Christian Carter, que no sirvieron para nada. Si pudiera, si pudiera, si pudiera