lunes, 1 de diciembre de 2008

Dulce venganza

¿Quién decía que la venganza es amarga?

La venganza es dulce. Sobre todo, la no realizada. En uno de mis daydreams habituales, me pedías volver a pasarte por mi cuarto a las tres de la mañana. Aún recuerdo cada una de las palabras que te contestaba en mi mensaje de texto triunfante: "Un cerdo tiene un sistema moral más alto que el tuyo. Necesito unos mínimos para echar un polvo". Me parecía que tenía más ritmo acabar con "prefiero follar con un cerdo", pero quizás no entenderías la gracia.

De grandes intenciones de venganza, grandes Obras de la Humanidad. Palacios encargados por amantes despechados, novelas enteras con ansia de burla, canciones de odio...el objeto al final era lo menos importante y se quedará perdido en un rincón olvidado del autor, que resulta que tampoco era lo más importante.

Al autor le queda lo práctico de la venganza: el consuelo. Como el sueño. Vivimos doblemente, completando de noche lo que nos faltó por decir y escuchar durante el día. Así, con los finales felices y perfectos de la venganza el mundo encuentra su equilibrio, mi lado Amelie consigue la justicia final y tú te acabas dando cuenta del gran error de no verme.

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