En este febrero que no acaba de llover, no termino de dejar de estar enamorada. ¿De qué? De todo.
Estaban echando una película de Lassie, la perrita que se llevan a Dinamarca y pienso en Tommy y en mis escenas de cama con él, haciéndole cosquillas en su equivalente a axilas. Él muriéndose de placer, con algún gruñido, y yo encantada de tener un ser vivo, peludo y revoltoso al que meter mano en la cama.
Para amor, el amor de madre. Revisando la despendsa familiar ante la llegada inminente de hermano y cuñada, digo "Hay Tang". Mi madre salta "¡Tan llamando!". Mi padre y yo intercambiamos una mirada de comprensión, a punto de estallar de la risa o de la desesperación porque mi madre es así, pero para nuestro alivio, efectivamente estaban llamando. Pura coincidencia. Era su hijo. Mi madre lo supo por telepatía y por amor de madre, porque no se oía nada.
Lassie viajó de Escocia a Bristol por amor.
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