lunes, 21 de julio de 2008
Arrastrada
Hay un demonio que se me ha metido dentro y me impide obedecer órdenes. No puedo cumplir el horario de “piscina de 11 a 12”. El demonio pesa tres toneladas que, sumadas a mis 63 kilos, ya es mucho peso. Arrastra mi cuerpo hacia la cama y no me deja ni abrir la colcha. Me deja ahí tumbada, con los ojos cerrados, desafiando al futuro, a mi necesidad de forjarme un porvenir, a las reglas de la productividad necesaria de todos nosotros en la batalla- círculo cerrado- del pasar de un día a otro sin morirse de hambre. El demonio me convierte en un ser macilento que no quiere nada más que estar rodeada de los hombres a los que ama, de sus pieles tersas en variedad de tonos y olores...me hace pensar que soy una diosa a la que haya que adorar, y que no tiene que hacer otra cosa más que tumbarse y dejarse hacer. Los súbditos creerán que soy una diosa vanidosa, pero no es así. Se me ha metido dentro el calor y no hay quién me mueva, ni un batallón nazi que llamara a mi puerta, ni un maremoto que entrara por la ventana. Yo seguiría durmiendo, con la ventana y la puerta cerradas, dejándome abandonada hasta que el formol me convirtiera en estatua y me eximiera de las responsabilidades de estar viva.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario