domingo, 20 de julio de 2008

Los viejos


El viejo que pasea por la calle cada mañana, hoy se ha puesto los pantalones cortos. Los compra medio avergonzado en el mercadillo, porque eso eran cosas de su mujer, y ella ya murió hace cuatro años.

¿Qué pasará por la mente de los viejos? El cerebro va más despacio, y se convierten en puro sentimiento, que gira alrededor de unas ideas básicas sobre el bien, el mal, el ahorro y el paso de las estaciones.

El viejo anda a las 9 de la mañana arrojando pan seco a la calle. En su mundo circular, el pan que le sobra a él tiene que tener salida, porque si no, habría una fuga de energía en la justicia de la vida. El pan no puede ir a la basura, es para los pájaros. Para que los gorriones de mi calle no se peleen, el viejo va dejando migas como Hansel y Gretel, a cada paso. ¿O será que el viejo tiene miedo a perderse?

La vieja gasta su pensión de viudedad en pequeños vicios. Hoy, ha sido una bayonesa comida rápido y a picotazos en el Rodilla. Cuando ella era joven, no existía la posibilidad de que gente como ella pudiera entrar a una cafetería, pedir algo, recibir un trato exquisito y poder comérselo, sin haber arruinado la economía familiar y sin miradas envidiosas o inquisidoras. La vieja se come a picotazos la bayonesa, de espaldas al stand y frente a la puerta. Hay algo de culpabilidad en sus movimientos mecánicos de pajarillo asustado. Quizás piense que no se lo merece, o que en el fondo está haciendo algo malo. Quizás se ha escapado del centro en el que duerme y se está saltando a la torera la dieta para diabéticos. Quizás no se sienta digna del lugar que ocupa, porque es vieja y está sola.

¿Qué hace un viejo solo, sin las mínimas nociones de autoestima, o sobre cómo vivir su vida lo más dignamente posible? Se entrega a la pena sin pudor. Afortunados los alegres, pues aún cuando lleguen a viejos mantendrán algo dentro de sí. Los otros, los tristes, los incultos, los feos, los amargados...cuando lleguen a viejos se morirán de pena, mascarán el tiempo que pasa un trillón de veces más despacio que la velocidad del sol y llorarán a solas, sin saber todavía quién les engañó o se quedó con lo que les tocaba.
No quiero ser una vieja sola.

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