La crisis está dándole el último golpe a los tecnócratas. La idea de que las llamadas Humanidades estaban de capa caída solo se mantiene en algún campus vetusto y en muchas de las conversaciones de portería.
Llega la hora de plantearse éticamente quién tiene que tener qué, de reflexionar sobre la vida y unirse sobre lo que tenemos en común: la risa, el juego, la necesidad de historias...
Humanistas, desenpolváos.
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